martes, 16 de noviembre de 2010

Propatria y su Metro

Propatria. Viví en esa populosa zona de la ciudad de Caracas por más de treinta años. Visito con frecuencia a la familia y a los amigos y hermanos de la vida que siguen allí. Un lugar lleno de tan irregular topografía, de tan fascinantes contrastes, de tanta fragilidad. Impresionan las vistas que se tienen de la ciudad desde los barrios altos que se levantan temprano todos los días para salir a bregar duro, bajando por esas escaleras todas las cuales conducen al Metro. Esa boca que desde el año 1983 aprendió a tragar y a escupir gente a toda hora. Ese espacio que se convirtió en epicentro rodeado de comercios, de líneas de camioneticas y jeeps. Un lugar en el que la gente anda a la espera de que algo llegue. Mi gente.

Tres comentarios aparte merece el tratamiento que ha dado el pseudogobierno a las acciones de protesta ocurridas la semana pasada en la estación del Metro de Propatria, acá en Caracas.
Primero, llama la atención esa eficiencia con la cual actuaron las fuerzas de seguridad para aplacar y detener a la gente que decidió no soportar más el maltrato cotidiano. Supongo que los estrategas que están en las mesas situacionales saben perfectamente que fue así, de forma espontánea como realmente ocurrieron los hechos del 27F en 1989. Cualquier foco espontáneo debe ser apagado de forma ejemplar. No saben cómo podría desencadenarse una versión espontánea de ese fatídico lunes de febrero, ante la arrechera que cada día sube y sube más. Se cae la distorsión de esa historia que supone que ya la supuesta revolución había nacido allí, en esa protesta inicialmente amorfa que terminó en el caos que ya conocemos y de la cual nadie pudo atribuirse responsabilidad. Ellos lo saben y por eso las detenciones “humanas”de las Policía Nacional.
Segundo, estamos ante las consecuencias de una interpretación menos que chaborra con relación al concepto de precio. La menoscabada inteligencia de los funcionarios de este gobiernucho, interpretan las relaciones económicas con esa versión según la cual lo clave es mantener los precios bajos. De allí que el precio nominal del servicio del Metro no se sube en años (como no suben los precios de la gasolina, de la harina precocida, de los estacionamientos, de la leche, la carne y pare de contar). Consecuencias? Un servicio menos que decadente, que no tiene como pagar siquiera los costos de mantenimiento de las escaleras mecánicas. Y la pregunta consecuente. Acaso esta no es otra manera de pagar un precio real tremendamente caro? Es que esperar cuarenta minutos por un vagón no es una manera de clavarle un sobreprecio al usuario? El deterioro no es también un sobrecosto? Estoy seguro que si hacemos una consulta popular, la gente estaría de acuerdo en pagar más por un servicio que sirva, que llegue a tiempo, que le funcionen sus aires acondicionados, las escaleras mecánicas, sea seguro y esté limpio. Es decir, que se parezca al Metro de la IV República.
Tercero, aparecieron los Círculos de Defensa de la Revolución. Este ha sido un dato que apenas si se asomó en los medios y creo que lo estamos dejando de lado, precisamente por el pavor que su sola mención nos deja. Así fue, los primeros en llegar fueron unos sujetos vestidos de civil quienes en el mejor ejercicio de las prácticas conocidas en Cuba, arremetieron contra humildes ciudadanos que simplemente decidieron tomar acciones para dejar escuchar su voz ante el atropello de todos los días. Operaron como la brigada de choque. Sacaron a las personas del tren, ejercieron la violencia con armas de fuego y a la fuerza procedieron. Para pensarlo, para contarlo, como lo cuentan quienes lo vieron.
Solo queda esperar ese malestar subterráneo y seguir el ejemplo que Porpatria dio.