domingo, 7 de marzo de 2010

La vida de "los solos"

Quiero poner mi zoom a ese grupo de personas a quienes llamo acá “los solos”. La vida de estos tiempos se teje como un marasmo de nuevas relaciones, de nuevos grupos y nuevos individuos quienes operan con patrones de comportamiento poco conocidos y que nos exige reelaborar nuestros marcos de comprensión.

Viven entre nosotros y como los santeros se multiplican. Son esos amigos que por convicción han decidido quedarse solos en la vida. No viven aislados, no son sexualmente neutrales -de hecho, muchos podrían ser muy activos en esta dimensión-, pero evitan las invasiones de su vida privada, construida y vivida entre grandes murallas. Ya los identificaron? Avancemos.

Hay dos extremos en este continuo. De un lado, están los solos que disfrutan de excelentes ingresos provenientes de sus carreras o negocios exitosos. Aquí el comportamiento más notorio está en el grupo de las féminas quienes en los últimos 20 años ha logrado un avance sin precedentes en su posicionamiento social y profesional. Ya no es un tema del cual siquiera se habla, pero sin dudas son muchos los estudios de la OIT, que señalan la incorporación notoria de la mujer en condiciones de más igualdad en el ámbito laboral. De la misma manera crece, la tasa de mujeres que optaron por estar solas como forma de vida. Y ojo, no hablamos acá de mujeres que activamente buscan pareja aún estando solas. Me refiero al grupo que conocemos y que entre otras cosas, están dispuestas a asumir la maternidad solas, sin que esto sea un tabú, por ejemplo.

Pero en hombres y mujeres ocurre un sentimiento que les iguala en esta categoría: no están dispuestos a negociar su estatus, sus condiciones de vida, las decisiones más o menos trascendentales: dónde vivir, a dónde viajar, qué comer, a cuáles diversiones acudir, dónde colocar la TV, qué estudiar, qué hacer con el tiempo libre y pare de contar. Los de este extremo son de un carácter más narciso, sin dudas, pero también son los que están disfrutando su renta hoy, rompiendo con una cronología de vida que se imponía socialmente.

El otro extremo. Son los solos en su fracaso, de rentas bajas, temerosos de que en el intercambio propio de la relación con el otro aparezcan los puntos flacos, lo no logrado, la falta, el loop de la vida que no avanza. Pueden aparecer también discursos justificantes que hagan alarde del desinterés por las relaciones duraderas, la reproducción de la especie que ya se ha logrado en otras latitudes o en las barriadas caraqueñas en las que “la gente pare como acures”. Pero no es otra cosa que el miedo a asumir un riesgo que impone normas y energías en lugares que ya conocemos están tan completamente cuestionados como “el amor para toda la vida”, “la confianza eterna” y “la familia, célula fundamental de la sociedad”.

Entre los extremos, gravitan las otras especies de “solos” que tal vez esperan un golpe de suerte para salir de esta condición, viendo cómo los amigos caen ante la agenda de la constitución familiar, la trascendencia a través de los hijos, el ser asimilados por otras familias que se suman una vez que se está en pareja. Son esos panas que ya no saben dónde poner un recuerdo de boda o del nacimiento de los carricitos de los amigos. Que se van alejando cuando sus coetáneos ahora sólo invitan a los Baby Shower.

También son muchos “los solos” caídos en batalla y expulsados de sus propias salas de experimento pero que decretan no repetir. Y no lo hacen. Tú allá, yo aquí, y a lo que vinimos!!!

Puede ser tragedia o la descripción de una tendencia pasajera. Pero lo cierto es que “los solos” se multiplican.